Albert Arbós

Cuando llega la edad madura, los olores y los sabores nos transportan a los años más felices de nuestra vida, al olor del mar y de la playa de Palamós; a Piz Buin y Ambré Solaire. Al aroma de las cajas del jabón Maja y a los tebeos de la tienda de souvenirs que mis padres tenían en Sant Antoni de Calonge. Al sabor del bizcocho de la pastelería  del “carrer del mig”. Al olor de las ruedas de bicicleta de la ferretería Cateura que, con los años, reencontré en algunos whiskys escoceses. Al olor del pescado fresco en el Posit, en las tardes de verano. A la fruta que las campesinas vendían en la calle Major y al sabor de los caramelos de café con leche de Can Donjó y a los quesos de Can París. A pan seco empapado en agua y calentado en el horno de la señora Clotilde, cocinera en los Hermanos de La Salle. Al agua de colonia Galatea de mi madre.

Adolescencia. El olor y el sabor de las costillas de cordero a la brasa. El bistec que la abuela Teresa freía con ajos y acompañaba con patatas fritas cortadas redondas y  la insuperable sopa de gambas con arroz de mi madre, Sole. Y la sopa de judías, las albóndigas, el pastel frío de patatas con mucho atún y bañado en mayonesa recién hecha.

Recuerdo aquí también las cenas que me preparaba la abuela Cinteta con la televisión encendida donde emitían las series de los Picapiedra, Rin Tin Tin y Bonanza. Cenas de sesos de cordero, hígado, riñones, mollejas y criadillas. Y también de salmonetes y pan con tomate. Agua del grifo y gaseosa y, muy de vez en cuando, Coca Cola doble que me ofrecía a escondidas Pin, mi primo. Y la barrita de pan blanco de Can Cargol con  chocolate Suchard Bittra, el del paquete azul, cuando salía de la misa de  los primeros viernes del mes. A la mezcla de tabaco y humanidad del cine Carmen.

Los primeros cubatas del Maddox y después del Tiffany's, Pachá, Kamel y del Paladium. Las para mis legendarias cenas de los fines de semana que siempre costaban 1.100 pesetas y donde el vino ya comenzaba a correr con alegría. Tiempos de Blanc Pescador, de Viña Sol y de Matheus en las cenas en pareja. De los primeros tintos, Cune tercer año y Marqués de Cáceres de añada. Y cuando era una gran fiesta, las primeras botellas de cuando al cava lo llamábamos champán. Tiempos de anuncios made in Hollywood de Freixenet y el brindis en Navidad con Non Plus Ultra.

A partir de los veintiún años, los olores y los sabores ya empiezan a confundirse. De ellos, yo recuerdo sobre todo las etiquetas de los vinos y las cartas de los restaurantes. Pero estos ya son otros recuerdos.

Albert Arbós Albert Arbós es periodista y director de comunicación de Interprofit, compañía de relaciones públicas con oficinas en Barcelona y Madrid. Ampurdanés de Palamós, ha trabajado en el periódico Catalunya Express, la revista Cambio16 y TV3. Vivió la transición política del franquismo a la democracia en primera línea informativa. Un testimonio de esa época es su libro Tarradellas. La consciència d'un pobleSu entusiasmo por la gastronomía y el vino le ha llevado a relacionarse con cocineros, bodegueros y otros protagonistas de estos mundos. De todo eso ha hecho una profesión, un estilo de vida y ha hecho también que se rodease de libros de cocina, viejos y nuevos. Escribió uno, Guia del Baix Empordà, donde los productos y los platillos de su tierra están muy presentes.