Por Carlos Delgado

En una escena de la excelente película Locas de alegría (La pazza giogia), del director Carlo Virzì, la maravillosa condesa Beatrice, impulsiva, lenguaraz y bipolar, rechaza una botella de vino de alta calidad por que tiene tapón. El camarero, solícito, se retira con una leve inclinación de cabeza, para volver al rato con otra botella, ésta de tapón de rosca. Problema resuelto.

Desgraciadamente, las cosas no son tan sencillas, y el tapón de rosca tropieza en España con tantos malentendidos como prejuicios. De ahí la paradoja: son cada vez más las bodegas que lo utilizan para sus ventas internacionales, muchas veces por expreso deseo del importador. Lo que es bueno y necesario para el consumidor inglés, alemán, escandinavo, chino, o estadounidense, no lo es para el español ¡Como si un corcho, por si solo, fuera garantía de calidad! Si visitamos tiendas y supermercados de Alemania, Suecia, Holanda, o Inglaterra, nos llevaríamos una buena sorpresa al comprobar el tapón de rosca en vinos españoles elaborados por bodegas prestigiosas de zonas como Rías Baixas, Rueda, Ribera del Duero y Rioja. No se trata de elucubraciones personales: un estudio llevado a cabo en 2014 por IPSOS, empresa líder en investigación de mercados a nivel global, concluía que el cierre con tapón de rosca es el preferido de los consumidores europeos.

Lo cierto es que, entre nosotros, la única razón para rechazar una botella con tapón de rosca es su mala imagen, asociada al vino barato, de baja calidad. Pero es solo cuestión de tiempo el que esa percepción, que ya no se ajusta a la realidad, cambie. El tapón de rosca moderno no tiene nada que ver con la calidad sino con la tipología y elaboración. Lo que explica que en países sin tantos prejuicios históricos, pero excelentes elaboradores, la rosca sea mayoritaria: Nueva Zelanda (95%), Australia (80%), África del Sur (65%), Chile (63%). La razón hay que buscarla en la primacía de la comodidad y seguridad sobre el prestigio, que se reserva a las grandes marcas, y los vinos de larga crianza en roble. Estamos ante una tendencia que cada vez será más decisiva a la hora de decidir la compra cotidiana de vino.

Y razones para ello las hay, y de peso:

- En primer lugar, y desde el punto de vista de la imagen, existen tapones de rosca de gran calidad y capacidad de decoración, lo que permiten ofrecer una imagen moderna y diversificada del vino. Es lo que ocurre en mercados donde está sólidamente implantado.

- En segundo lugar, el tapón de rosca actual ofrece un cierre hermético que evita oxidaciones y contaminaciones, manteniendo los aromas frutales de los vinos, eliminando los temidos olores asociados al tapón de corcho natural (bouchonné), particularmente el TCA, aunque las corcheras han conseguido reducir notablemente su impacto, hoy por debajo del 10%.

- Finalmente, a la facilidad de apertura, se une la gran ventaja de que la botella puede volver a cerrarse y abrirse cómodamente, lo que facilita el consumo por copas, que es una práctica cada vez más extendida. No hay que olvidar que, una vez abierta la botella de vino, el corcho pasa a ser un engorro.

Sin embargo, la rosca tiene también sus limitaciones que restringen su uso a los vinos jóvenes, o con ligera crianza en madera, donde el intercambio gaseoso que proporciona el corcho natural no juega un papel destacado. Porque nadie en su sano juicio lo utilizaría para taponar un vino de guarda, que necesita evolucionar durante años en la botella para alcanzar su nivel óptimo de complejidad, redondez y equilibrio. En estos casos, un buen corcho natural resulta imprescindible. Pero fuera de esa categoría superior, la rosca de aluminio es una excelente (y tal vez imparable) opción para vinos de la gama media y baja, que suponen el 85% del total. Vinos que se van a consumir en uno o dos años a lo sumo, donde la evolución en botella no es significativa. La cuestión se circunscribe, por tanto, a una cuestión sencillamente vital: cómo facilitar (e incentivar) el consumo cotidiano de vino en un país como España, donde bebemos tan solo 20 litros por habitante/año, la mitad que Francia, Portugal o Italia.

Carlos Delgado Periodista, escritor y crítico enogastronómico, Delgado es autor de Cien recetas magistrales, La Cocina de los Grandes Chefs, Diccionario de Gastronomía, 364 + 1, cócteles, El Libro de los Aguardientes y Licores, El Libro del Café,  El Libro del Vino –todos publicados en Alianza  Editorial– o el Manual del Santo Bebedor (Ediciones Amargord) de reciente publicación. Crítico enológico del diario El País desde hace 25 años, también es fundador y fue director, hasta julio de 2009, de las publicaciones especializadas MiVino y Vinum. Creador y comisario de eventos tan significativos como Vinoble (Salón de los Vinos Generosos, licorosos y dulces especiales); Sicer (Muestra Internacional de la Sidra de Calidad); TopWineSpain (Encuentro internacional con los mejores vinos españoles); Primer (Vinos de maceración carbónica); La Calle de Baco (muestra itinerante de las mejores bodegas españolas), y EspaiPriorat, muestra internacional de los grandes vinos de Priorat. Ha creado un concierto realizado con copas de cristal, CristalWine, y ClassicWineJazz donde dialogan dos pianistas con Bach como inspiración. En 2002 fue Premio Nacional de Gastronomía y, en 1991, Premio al Mejor Crítico de Vinos por la Guía Gourmet 1991.