Bourgogne 2017 por Ludivine Griveau

Descubre los vinos de los Hospices de Beaune 2017 que ofrecemos a la avanzada

LEGADO Y TRADICIÓN, SIEMPRE PRESENTES EN HOSPICES DE BEAUNE

En 2017, una vendimia de ilustre linaje entró en el catálogo de Hospices de Beaune

Las 2 donaciones más recientes a Hospices de Beaune databan de 2011 y 2015; una parcela del Grand Cru Échezeaux (Côte de Nuits) y otra del Premier Cru Côte de Léchet (Chablis).

En 2017, el enólogo Bernard Clerc, de Domaine Henry Clerc, donó una parcela de 2.000 m2 en la famosa denominación de Puligny-Montrachet. Son viñas de unos 40 años en el climat “Les Reuchaux”, en la parte septentrional de la denominación, hacia Meursault. Después de la vendimia, Ludivine Griveau, enóloga jefa de Hospices de Beaune desde 2015, asumió la responsabilidad de elaborar esta nueva añada, que se suma a las precedentes 49 cuvées de Hospices de Beaune.

El vino lleva el nombre de su donante, y formó parte de la 157ª subasta de Hospices de Beaune, celebrada el 19 de noviembre de 2017.

LA AÑADA 2017 DE HOSPICES DE BEAUNE

Vista por Ludivine Griveau, enóloga y directora del Domaine Hospices de Beaune

2017: “el equilibrista”

Climatología: de octubre de 2016 a septiembre de 2017

Hacía mucho tiempo que no habíamos tenido un “verdadero invierno” después de un otoño tan soleado como lo fue el de este año (el mes de octubre trajo temperaturas cercanas a las que habíamos visto durante el verano). Aunque el sol también estuvo presente en diciembre y en enero, hizo frío. Observamos 7 días consecutivos sin deshielos diciembre y 20 días en enero.

El registro de lluvias fue bastante distinto al de añadas previas, siendo muy inferior en esta ocasión. Pero todo cambió en febrero y marzo –meses más cálidos y luminosos que de costumbre (2ºC por encima de la media). Esperábamos un rápido comienzo del ciclo vegetativo este año.

El principio de abril fue soleado y con escasez de lluvia, a la inversa que 2016. El mes acabó caótico, con todo el mundo escrutando el cielo por un importante riesgo de heladas con el que amenazaban las previsiones meteorológicas. El tiempo, sin embargo, permaneció seco, y el viento disminuyó los riesgos. Nos tranquilizamos a nosotros mismos con el hecho que las yemas soportarían los -3ºC, pero la humedad del 27 y 29 de abril nos produjo sudores fríos y noches en vela. Durante 2 noches consecutivas, el amanecer encontró a los viticultores de los pueblos de Côtes y Hautes-Côtes vigilando el cielo nublado. Al final, los daños fueron muy localizados y contenidos. Nuestros pensamientos están con aquellos vecinos cuyas fincas sí se vieron castigadas por la helada, perdiéndolo casi todo.

El frío continuó hasta principios de mayo, momento en el que llegó repentinamente el verano, con temperaturas próximas a los 33ºC y una luz excepcional hasta el final del mes. Llovió con regularidad: ¡todo un alivio para nuestros viñedos!… aunque la Cámara de Agricultura nos advirtió de que el déficit hídrico seguía siendo significativo.

En junio, los períodos extremadamente calurosos siguieron, aunque fueron interrumpidos por episodios de copiosas tormentas, variables según los sectores (de 20 a 50 mm en 7 días). La última semana de junio fue canicular, con temperaturas que alcanzaban los 38ºC a la sombra. Las plantas estaban sedientas.

Las tormentas continuaron en julio, interrumpidas por periodos de frío, provocando una significativa oscilación de la amplitud térmica entre un día y el siguiente. Además, el déficit hídrico no había acabado, y sufrimos también un déficit de 30 horas de luz solar: ¡la misma cifra que en el mes de mayo!

Agosto fue más regular, exceptuando una semana fría y oscura a mediados de mes. El viento, presente desde el principio de la temporada, continuó limpiando y saneando las viñas. A finales de mes, ya asomaban claramente los racimos entre la vegetación.

La primera vendimia del Domaine fue la de Chaintré, bajo un sol abrasador, el 26 y el 27 de agosto. El resto de parcelas de chardonnay, en la Côte d’Or, fueron vendimiadas a partir del 1 de septiembre, y a partir del 2 de septiembre las de pinot noir.

El ciclo vegetativo

Con una primavera más que clemente entre febrero y marzo, sobre el 20 de marzo la viña empezó a dar señales de despertar de su letargo invernal. La brotación fue más rápida de lo esperado, aunque la vuelta del frío calmó un poco las cosas hasta principios de abril. Para el 28 de marzo ya había brotes verdes en las zonas más precoces.

Por todo ello, esperábamos que esta añada fuese tan prematura como lo habían sido la 2014 y la 2011, con unos 15 días de adelanto con respecto a 2016.

A lo largo del mes de abril, la vegetación aceleró su desarrollo, y rápidamente los zarcillos abrazaron sus espalderas. El ritmo era intenso: ¡para el 20 de abril ya observábamos entre 3 y 5 hojas! Este desarrollo, en todo caso, no fue homogéneo el conjunto de parcelas del Domaine, y es difícil discernir un patrón de comportamiento entre viñas más o menos viejas.

A finales de mes, la amenaza de heladas nos llenó de angustia. El 27 de abril, justo un año después de la terrible helada de 2016 –¡exactamente el mismo día!–, toda la Bourgogne contenía la respiración. Los distintos bodegueros, en una acción colectiva sin precedentes, pusieron en marcha una operación para salvar la campaña. Con el alba llegó el veredicto: en la mayoría de parcelas, las jóvenes yemas se habían salvado.  

Las labores de cultivo fueron suspendidas hasta principios de mayo para evitar un incremento de la humedad. Las viñas, de un verde pálido, se estaban recuperando lentamente de este latigazo de frío seco. Observamos que, en su rebrote, generaban un exceso de yemas, de tal modo que decidimos iniciar el minucioso proceso de la espergura en todas las parcelas de la propiedad.

Desde mediados de mayo la viña creció a buen ritmo, con 3 o 4 hojas a la semana. El final de mayo fue muy cálido, lo que aceleró el crecimiento y nos hizo prever la inminente aparición de las primeras flores.

Las parcelas de chardonnay finalizaron la floración el 30 de mayo; una semana después, llegó el turno de la pinot noir. Decidimos limitar el riesgo de debilitamiento de la planta y, cuando la floración estaba entre el 50% y el 75%, cortamos algunos pámpanos largos para concentrar el flujo de la savia hacia los frutos, en lugar de hacia los propios pámpanos.

Intentábamos ir por delante, lo que nos ayudó a evitar el ataque de enfermedades y nos dio el margen necesario para afrontar las tareas de poda en verde. Era necesario mantener el ritmo, porque los cambios en la frecuencia de lluvias y el calor eran muy favorables para la planta. Hospices de Beaune decidió asignar un espacio de 2,5 hectáreas a cada viticultor, gracias a lo que –incluso en esta temporada de intenso trabajo– tuvieron tiempo suficiente para realizar otras tareas esenciales en el laboreo y del suelo.

En algunas parcelas de chardonnay, las bayas ya tenían entre 2 y 3 mm a mitad de junio, lo que caracteriza esta añada como una de las más tempranas de la última década. Su crecimiento continuó a buen paso en junio y en julio, con un consistente desarrollo de la pinot noir. Sin embargo, detectamos unos cuantos casos de agotamiento en la chardonnay debidos a la combinación de brotación rápida, aguaceros y golpes de calor.

Hasta el 28 de junio el calor fue aplastante, lo que en ocasiones bloqueó el desarrollo de las plantas, que incluso mostraban algunos signos de sequía severa: hojas amarillas y racimos “asados” en algunos sectores.

El deshojado se hizo en junio, primero en las parcelas de pinot noir; los racimos ya se habían aclimatado a estas condiciones de sol y calor. Los daños más importantes se encontraban en las bayas que habían tenido una exposición brutal.

Alrededor del 10 de julio algunos racimos ya estaban en la fase de cerrado mostrándose, aunque verdes, ya compactos. La fecha nos recordaba a lo sucedido tanto en 2007 como en 2009, lo que señalaba a que la vendimia sería, probablemente, hacia finales de agosto o principios de septiembre. Un episodio de granizo en la Côte de Nuits nos sobrecogió de nuevo, pero fue la última amenaza climática del año.

Los aguaceros descargaron un gran volumen de agua concentrada, pero de manera muy heterogénea: en Vosne se registraron 90 mm, mientras que Pommard “solo” recibió 50 mm.

Sobre el 15-20 de julio los primeros raspones se tiñeron de rojo tras el completo cerrado del racimo. El adelanto de 3 semanas en comparación con 2016 se confirmaba, así que empezamos a preparar la sala de recepción, la bodega y todo el equipo necesario.

A principios de agosto las plantas estaban a mitad del envero. Aun así, éste tardó en completarse más de lo previsto porque la segunda mitad del mes fue más fresca y, menos luminosa (días nubosos pero cálidos). Este episodio terminó sobre el 21-25 de agosto. Los racimos estaban en muy buen estado sanitario, y confiábamos en que la botrytis no nos afectara significativamente.

En los últimos días de agosto, el pinot noir alcanzó su punto de dulzor, y el chardonnay se mostraba cada vez más equilibrado. Como siempre, el control de maduración y la cata de las uvas son operaciones esenciales. Decidimos realizar de nuevo, el 21 de agosto, este doble control en la totalidad de nuestras 117 parcelas. La vendimia prometía ser saludable, y el chardonnay, incluso, adelantaba al pinot noir. ¡Nada que ver con 2016!

Las condiciones sanitarias de los racimos eran verdaderamente insuperables y el clima, más que indulgente. Teníamos margen para alcanzar el punto de perfecta maduración.

Vendimiamos nuestras primeras uvas de chardonnay en Pouilly-Fuissé entre el 26 y el 27 de agosto, y el 1 de septiembre, en la Côte de Beaune. Al mismo tiempo, los resultados en el control de maduración del pinot noir eran unánimes: ¡debíamos vendimiar ya! Los primeros racimos llegaron a la bodega el 2 de septiembre.

Todas las uvas fueron, por supuesto, escogidas sobre la mesa de selección. Confirmábamos así que la vendimia había sido abundante, como esperábamos; y que nuestras técnicas de viticultura producían excelentes resultados, con un rendimiento perfectamente controlado, como de costumbre.

Este año en la cata de las uvas de pinot noir nos llamó este año la atención la concentración de color y taninos que merecía ser aprovechada. Ello requiere una cierta “técnica” a la vez que delicadeza, pero tenemos la experiencia necesaria para mantener ese punto de equilibrio tan esencial con la pinot noir. Por otra parte, la chardonnay mostraba densidad, y adecuamos el prensado a cada situación concreta.

¡Es a esto, precisamente, a lo que nuestros esfuerzos se habían destinado durante varias semanas!: a alcanzar en el vino ese delicado punto de equilibrio entre el carácter de la añada y un estilo armónico.

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