Domaine du Clos des Fées 2011 por Hervé Bizeul
Cosecha 2011 por Hervé Bizeul
“¿Qué es una añada del siglo? A lo largo de las vendimias 2011, ésta es una pregunta que me ha rondado por la cabeza… Una calidad excepcional, por supuesto. Sin duda, una impresión de abundancia. Una sensación de “facilidades” a lo largo del ciclo vegetativo y de recolección. Las vendimias alegres, largas y serenas, hasta el punto en que nos decimos que no las reviviremos jamás. Buenos vinos desde la maceración, lo que probablemente continuará hasta el último día de sus vidas, es decir, durante un largo tiempo.
Si esta es la definición de una “añada del siglo”, entonces 2011 lo es para nosotros.
Al escribir estas líneas, me digo a mi mismo, sin embargo, que todo esto no estaba realmente previsto ni anunciado. Recordad que, en primavera, el pronóstico del tiempo anunciaba una sequía memorable, como 1976, y en última instancia, el verano fue uno de los más grises jamás visto en Francia. ¿Y qué paso?
En primer lugar, como siempre en nuestra casa, todo lo contrario que en el resto de Francia. Unas bellas lluvias en primavera, mientras que en el resto de Francia sufrían por su ausencia, y así pues una buena brotación de todas las cepas. Una floración magnífica, sin corrimiento en la garnacha. Por encima de todo, un verano fresco, nublado y gris, pero sorprendentemente, libre de lluvias. Si bien la precocidad fue anunciada en todas partes como memorable, en nuestra casa todo siguió su curso normal…
Llegó el momento de las vendimias. La última semana de agosto fue, para Clos des Fées, esencial: tiempo cálido, mucha brisa marina que añadía humedad a las cepas, noches frescas, algunos buenos días con temperaturas suficientemente cálidas, pero siempre cubiertos, evitando la desecación y las quemaduras. Todo estaba reunido para que las maduraciones fenólicas avanzaran serenamente, sin un solo día con más de 30ºC. La vendimia empezó temprano, el 29 de agosto para el syrah de la Chique, que no ganaban nada si se esperaba, y el 30 para la garnacha gris y blanca de Clos des Fées.
Un momento crucial de la añada ha quedado grabado en la memoria: el 2 y el 3 de septiembre, un viernes y un sábado. Una gran tormenta pasó por la región, afectando gravemente las zonas costeras, sin que una gota de lluvia cayera sobre nosotros. Si hubieran caído las lluvias, las uvas, infladas y gorditas, se hubieran roto en parte, dificultando o imposibilitando las maduraciones totales. En esos momentos, el campesino en el que me he convertido evitó tocar las uvas a la ligera.
Sobre el día 10 empezamos a vendimiar las zonas más precoces y los syrah, parcela por parcela, en la mayoría de casos con un desfase total en la madurez respecto de las cosechas anteriores. Rápidamente, después de comentarlo con los ancianos del pueblo, parece que en la memoria del hombre no se recuerda una cosecha tan bella y generosa. Se nos impone una evidencia: no tendríamos suficiente espacio en la bodega…
Acostumbrados a unos rendimientos medios de 18 hl, llegar a los 28 hl/ha en los vinos de Clos de Fées y a 40 en Les Sorcières en lugar de los 30, ¡parecía una tarea imposible!
Ante los primeros mostos, decidimos hacer “contra mala fortuna buen corazón”,.. ¿Nos quedaremos sin espacio? Sin duda ¿Y entonces? Ante tales jugos, tal frutosidad, tales colores, tales extracciones, decidimos dedicarnos al momento presente, “el aquí y el ahora”, sin pensar en el mañana…
Pero entonces, afortunadamente, los días de buen tiempo se encadenaron, ¡más de sesenta en total!
Los primeros vinos estaban preparados para descubar, los depósitos nuevamente disponibles para los terruños y las variedades tardías. Todo se terminó de manera oportuna, como si un destino feliz lo tuviera todo organizado, en una ambiente bíblico de “multiplicación de los panes”…
Creo que fue en el momento del primer trasiego cuando esta noción de añada del siglo me apareció como una certeza. Ésta no es para nosotros una añada del siglo como se entiende en Bordeaux o en Borgoña, de un tipo de vino particular, de uvas maduras, tánico, apto para la guarda; este tipo de vino, gracias a nuestro clima, lo hacemos cada año. No, es otra cosa. Una sensación de hacer vinos diferentes, un poco mágicos, explosivos de fruta, de energía, de equilibrio…
No creo, como algunos de mis colegas, que el enólogo deba ser condenado a dar a luz a sus vinos en el dolor porque sean grandes y esta cosecha 2011 es para mi una nueva prueba que no me equivoco…
En pleno invierno, los ensamblajes ya estaban acabados y los vinos dormían en barricas nuevas o usadas, en depósitos de acero inoxidable o de cemento. Catamos los vinos con Michel Bettane, el último sábado a la hora del desayuno, y al ver su cara, pienso que quedó estupefacto por la fruta y el resplandor de la añada en el Roussillon. Una buena señal”.
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