
Priorat 2017 por Álvaro Palacios
Descubre todos los vinos del 2017 de Álvaro Palacios en el Priorat
Meses y meses de sequía y calor
Tras finalizar la vendimia precedente –la de 2016–, tuvimos lluvias moderadas pero suficientes, que se espaciaron a lo largo de todo el invierno. Las temperaturas durante esos meses invernales fueron más frías que en las dos añadas anteriores.
Estas condiciones se desvanecieron en marzo de 2017, el primer mes de la primavera climática, que nos recibió con una inusitada sequía. Hasta mayo solo cayeron 60 litros, cuando lo normal en esta estación es que llueva entre 150 y 250 litros.
Las temperaturas también se mostraron atípicas. La media primaveral fue 2ºC superior a lo habitual, lo que adelantó hasta 10 días la brotación de las vides. De igual forma y tras una gran muestra de racimos, la posterior floración también se anticipó, con resultados muy exitosos: conseguimos casi un 100% del cuajado de la fruta de nuestra crítica garnacha. Todo un triunfo en este momento crucial del ciclo de la vid.
Mientras tanto seguíamos sin esperanzas de lluvia, y así entramos en el verano. Solo quisieron aliviarnos unos incipientes ramalillos de agua en junio, claramente insuficientes tras la seca y caliente primavera.
Durante julio, agosto y septiembre, los días pasaban con la mirada perdida hacia el cielo. Desconcierto, un desánimo creciente y un deseo: ¡agua para todos! Para colmo, el calor atenazaba como nunca, con cotas asombrosas de hasta 47ºC que hicieron aún más duros los días del estío.
Las vendimias más tempranas de la historia
Muy pronto, como nunca hubiéramos imaginado, empezamos las vendimias. Las primeras variedades cosechadas, algunas de las foráneas que van para el vino Camins del Priorat, fueron recogidas durante los últimos días de agosto. En el pequeño diámetro de sus bayas, y en la consiguiente merma de la cantidad de uva, pudimos confirmar las extremas circunstancias de la añada.
Sin embargo, las variedades autóctonas, especialmente la garnacha y la cariñena, y sobre todo las viñas adultas bien labradas y cultivadas, volvieron a reivindicar más que nunca su condición y virtud mediterránea. Aun soportando las condiciones más duras, ofrecieron uvas hermosas y por supuesto muy sanas. Una vez recogidas y depositadas en las cajas de vendimia, desplegaban a la vista un auténtico muestrario de belleza.
La benévola brisa del mar
A través de una primavera y un verano de tan escasas precipitaciones y de calor tan extremo, la beneficiosa compañía diaria de la garbinada, brisa marina del sudoeste, humedecía las laderas de viña. Cada tarde observábamos su entrada por las rocas de la Mola, atravesando las sierras del litoral tan próximas al Priorat.
Quizá este viento amable fuera el factor que mantuvo las verdes hojas pintadas de preciosa clorofila, el alivio durante los parones de la planta provocados por el estrés hídrico. Quizá fuera este el motivo de unos vinos sabrosos y de gran concentración y, una vez más, dotados de la dicha de unos pH bajos y una vibrante acidez.
El sol inundará las copas de expresión enérgica, fuerza sobrenatural y alegría desbordada. Su bella trama, redondeada por la savia dulce de las viñas y el terciopelo fluido y abundante del vino, abrirá paso a esa luz intensa y a ese mar cercano, cautivando nuestra alma y engrandeciendo el gozo de la vida.
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