Por Fernando García "Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos".

Si pudiera definir en una palabra el mundo de la agricultura, y la viticultura en particular, elegiría resiliencia. Indudablemente acompañada de otras muchas: tradición, pasión, disfrute, esfuerzo, vida, conocimiento, naturaleza, cultura, patrimonio, belleza, satisfacción…

La adaptación es una palabra bandera que podría definir el sector, más aún en esta situación extraña en la que vivimos. A veces creo que somos como la vid, esculpida en tierras yermas, difíciles, escarpadas, plantada y moldeada en el paisaje entre laderas, terrazas, o sucalcos que, cuando llega su momento, busca la grieta, moldea sus raíces entre las rocas, y sobrevive, se adapta, como con los tradicionales acodos para reponer marras. En el caso que me toca, la garnacha en Gredos, tan acostumbrada a sufrir los suelos pobres y los veranos secos y cálidos, es una variedad que al final nos brinda elegantes frutos.

Viña en Villanueva de Ávila. Foto: Estanis Núñez  

La viticultura también es un reflejo de sus pueblos, en los cuales se podía cultivar la viña, desarrollando su cultura personal: oficios, fiestas, tradiciones y unión entre familias y vecinos para compartir las labores. La mayoría de estos pueblos siguen siendo supervivientes, inmersos en la España vacía, donde la soledad sonora es la rutina. Es paradójico que, bajo el confinamiento total en el que nos encontramos, hay poca diferencia entre la urbe, el pueblo o la aldea, solo calles vacías, silencio, soledad. Como para sus gentes duras, curtidas, severas, moldeadas por la tierra y el clima.

Casa tradicional en el barrio de Navahondilla (Ávila). Foto: Fer

Y casi por ósmosis, toda esa conformación ha entrado en nosotros, proyectos nacidos en la crisis económica, sin herencias, sin capacidad de financiación, remando contracorriente, con un objetivo en el horizonte, guiados por la pasión, abducidos por la tierra y, como en muchas otras zonas, expuestos a desventuras (heladas, granizos, sequía, fuego...) que te van marcando como cicatrices de antiguos marineros y ponen a prueba cada vez la resistencia de nuestro ánimo. Esta aclimatación te mimetiza, te fuerza a ser un hombre orquesta: viticultor, bodeguero, administrador, economista, community manager, psicólogo y casi vidente… Al fin y al cabo, ¿no es el ADN del autónomo?

El confinamiento, hablando de una manera completamente personal y emocional, sabiendo que soy un auténtico privilegiado porque puedo desarrollar mi vocación, trabajar en el campo y en la bodega, y compartir mi día a día con personas maravillosas, personalmente me ha hecho reaccionar dentro de una continua terapia de choque, de indagación, de búsqueda, de intentar asentar las líneas de la coherencia personal. Por lo que en lugar de confinamiento, yo prefiero llamarlo afinamiento, y lo expresaría como un periodo para auto pulir las asperezas, reposar e intentar definir las herramientas para encontrar el equilibrio y la empatía.

Hemos vivido muy rápido e inventado cosas para avanzar, expuestos a la inmediatez de una sociedad que nos rodea y nos obliga a estar siempre intentando ganar tiempo, como si hubiera un banco donde acumular ese tiempo ganado, pero ¿dónde está ese tiempo? Cada vez vuelan los años más rápido, las vendimias y las ferias galopan.

Pero ahora se ha frenado de golpe, y justo por casualidad, en un random musical de un día de poda sonó Simple Man de Lynryd Skynryd… Y, de repente, despertaron en mí los recuerdos de los inicios, el olor de la viña manchega en verano mientras aprendía a montar en bicicleta en sus caminos polvorientos con mi padre, el puchero de arroz con conejo en medio de la viña, el jaleo continuo de remolques de uva descargando en la Cooperativa, el dulce sabor del mosto de la uva recién estrujada… Y de ahí, salto a las noches de búsqueda obsesiva de la mineralidad y la luz en los vinos, como si fuera el Santo Grial, momentos en los que nos gastábamos el sueldo en comprar vinos que nos abrieran la mente, como La Lune de Mark Angeli, La Mémé de Gramenon, La Roque de Gauby, Tillets de Roulot, Clos de Bèze de Prieuré Roch Los primeros garabatos de mi interpretación de mineralidad y luminosidad.

Estos momentos venían acompañados de muchas noches de tertulia, de rock y de sueños de piedra. Esos viajes imaginativos se convirtieron en realidad y empezamos la peregrinación a zonas vitícolas de Francia e Italia. Un cruce de fronteras físico y mental.

Al final no solo encontramos la mineralidad, encontramos mucho más, descubrimos paisajes, culturas, personas, personalidades y su manera de entender la vid, el vino y la vida de muchos de nuestros admirados compañer@s. Y entendí que el vino es hijo del tiempo, elegancia de lo pausado que, aunque muchas veces te sientas conquistador de lo inútil, ves que en la búsqueda y aprendizaje continuo del concepto del vino (cada uno el suyo) está el camino.

Esto nos animó a continuar con nuestros sueños e ir desarrollando un proyecto de surco largo, con la viña como pilar, en el que cultivar una ilusión y un convencimiento, viticultura orgánica como medio para reflejar el gran potencial de las viñas funambulescas de Gredos.

Luminosidad en una hoja de Garnacha. Foto: Estanis Núñez

Y aquí estamos ahora, capeando otro nuevo temporal, fijándonos metas posibles, dentro de lo que algunos llaman la nueva filoxera. (Aunque no sabría definir la gravedad del asunto).

Una cosa es cierta: Todos saldremos, pero saldremos diferentes, en un nuevo orden mundial en el que cada uno elegirá su modelo de supervivencia (crecer, decrecer, continuar, mutar…).

¡Volveremos a la vida!, como decía PINK FLOYD en Coming back to life While the seeds of life and the seeds of change were planted

Estas semillas llevan tiempo sembradas, es el gran momento de la viticultura en España, donde se han puesto en valor muchísimas zonas de nuestra geografía, lideradas por much@s elaborador@s con enorme talento como embajador@s del terruño que apuestan por las viñas viejas, las variedades locales y los distintos tipos suelos. Es una generación que mira más a las raíces que a las barricas, sin descuidar la venta.

Esto no se va a parar, al igual que la gastronomía volverá demostrando su valía, su conocimiento y su saber hacer.

Ahora toca que venga la buena racha, y si no llega, ¡nos adaptaremos!

¡Qué ganas de llenar los bares, restaurantes y tabernas, de bullicio, risas y abrazos…!

Fernando (Fer) García Alonso Socio de Comando G junto a Dani Landi, un proyecto que empezaron en 2008. Sus primeros pasos en el mundo del vino, fueron como vendedor en Lavinia Madrid. De este periodo destaca la aproximación al vino desde el consumo, el disfrute de descubrir, lo que le motivó a seguir la llamada interna, a trabajar la viña y a elaborar vino. Tuvo la gran oportunidad de trabajar para la Compañía de Vinos Telmo Rodríguez, donde pudo aprender y sentar las bases del conocimiento, y descubrir el carácter de España, la rusticidad, el secano, la viña adaptada a sufrir, las gentes. Después surge la oportunidad de iniciar y modelar un proyecto desde cero, Bodega Marañones en Gredos, donde poder plasmar las ideas. Así surgió la oportunidad de volver a casa y donde nació Comando G.