Este magnífico domaine histórico representa el clasicismo en el estilo de Châteauneuf-du-Pape. Elaboran vinos concebidos para una larga guarda, que superan el paso del tiempo con gracia.
En un documento notarial de 1547 ya se menciona una parcela situada “ad montem oliveti”, aunque la fundación de Clos du Mont-Olivet no tuvo lugar hasta 1932. A principios del siglo XX, el viñedo –perteneciente a la familia Jausset– no superaba las 10 ha. Séraphin Sabon, originario del pueblo vecino de Sérignan-du-Comtat, contrajo matrimonio con Marie Jausset y de esa forma el apellido Sabon –muy extendido en la zona– es el que perdura hasta la actualidad. Séraphin fue el responsable de crear la marca Clos du Mont-Olivet, siendo uno de los primeros en la región en embotellar sus propios vinos.
Joseph, su hijo mayor, tomó las riendas del domaine hasta que fue relevado por sus tres hijos en 1978.
En la siguiente generación, Thierry dejó su prometedora carrera como físico y se incorporó a la bodega en 1998. Algunos años después lo harían sus primos Céline y David. Estos tres representantes de la cuarta generación son los responsables de Clos du Mont-Olivet en la actualidad y, en homenaje a su abuelo, mantienen el nombre de Joseph Sabon en las etiquetas.
Disponen de 21 ha en Châteauneuf- du-Pape, 14 ha en Lirac, 10 ha en Côtes-du-Rhône y 3 ha en Vin de Pays du Gard. El viñedo es un elogio a la diversidad. Está muy fragmentado, con exposiciones, mesoclimas y suelos muy variados, que permiten expresiones diferentes incluso dentro de una misma variedad. Predomina ampliamente la garnacha –con cepas de más de 100 años en el lieu-dit La Crau–, seguida de syrah, mourvèdre y cinsault, pero también tienen counoise, vaccarèse, muscardin, picpoul noire y terret noir. Las uvas blancas representan un 7% del total, sobre todo bourboulenc y roussanne, junto con garnacha blanca, picpoul blanc y picardan.
según la interpretación de cada parcela y cada añada y el ensamblaje puede realizarse en vendimia, durante la fase de fermentación o durante la crianza.
Vinos que persiguen la fidelidad al lugar de origen, potenciando la frescura y la elegancia por encima de la opulencia. Pueden mostrarse tímidos en su juventud, pero con el tiempo revelan todo su potencial, desplegando aromas de trufa, sotobosque y frutas infusionadas.