En 2012, trece años después de que Rotem Brakin y Mounir Saouma iniciaran su proyecto en Bourgogne (Lucien Le Moine), decidieron comprar una propiedad en la denominación Châteauneuf-du-Pape compuesta por unas parcelas de viña y una bodega –situadas entre los pueblos de Orange y Serignan-du-Comtat– que estaban abandonadas.
La primera parcela que compraron estaba situada en Pignan, 2 ha de un viñedo completamente abandonado, pero con una exposición inmejorable –hacia el norte– que ofrece un equilibrio perfecto entre el calor del sol y la frescura del Mistral. A esta le siguieron otras parcelas, como La Pointu, Esqueirons, Pierre Redon o La Bigote. Un total de 8,5 ha repartidas por los cinco pueblos que componen esta denominación. A estas parcelas se le suman 8,9 ha clasificadas dentro de la denominación Côtes du Rhône.
Un proyecto al que van ligados dos retos: controlar todo el proceso de elaboración desde el viñedo hasta la botella y trabajar unas variedades completamente distintas a las de Bourgogne.
Una pareja de éxito que sigue la misma filosofía que en Bourgogne, con unas largas crianzas y un contacto prolongado con las lías.