Bourgogne 2020 por el BIVB (Bureau Interprofessionnel des Vins de Bourgogne)
Por el BIVB (Bureau Interprofessionnel des Vins de Bourgogne)
2020 se sitúa como la añada más cálida desde principios del siglo XX. En el período de abril a septiembre las temperaturas aumentaron 1,7°C en promedio, las precipitaciones disminuyeron un 37% y hubo 280 horas más de sol.
Tras un invierno especialmente clemente —el más templado desde principios del siglo XX—, las suaves temperaturas de principios de marzo favorecieron una pronta reactivación de la vegetación y a partir del 18 de marzo se observaron los primeros brotes verdes. Pero unos días más tarde, una masa de aire frío y seco procedente de Escandinavia atravesó Bourgogne y ralentizó el desarrollo del ciclo vegetativo. Al final, este episodio duró poco, ya que las temperaturas comenzaron a subir nuevamente los primeros días de abril, lo que permitió que la brotación se completara rápidamente.
El mes de abril fue especialmente templado, pero los primeros días de mayo fueron más frescos, con heladas matinales, afortunadamente sin mayores daños. Las temperaturas se dispararon a partir del 14 de mayo, permitiendo el inicio de la floración y su rápido desarrollo. En este estado fenológico, 2020 se sitúa entre las tres añadas más tempranas, junto con 2007 y 2011.
Mientras que junio estuvo relativamente en la línea de lo que es habitual, julio fue ligeramente más cálido y las primeras bayas enveradas se observaron en los primeros días del mes. No obstante, la etapa de mitad del envero solo se alcanzaría entre el 22 de julio como muy pronto y el 1 de agosto como muy tarde. En efecto, desde la reanudación del ciclo vegetativo, persistió una recurrente falta de precipitaciones a lo largo de los meses y particularmente en julio. El envero tuvo dificultades para completarse con la llegada de la ola de calor en agosto y hasta mediados de este mes la mayoría de las parcelas no habían completado el proceso.
Estas condiciones meteorológicas extremas produjeron inicialmente fenómenos de escaldado. Pero, rápidamente, con la ola de calor, comenzaron a aparecer cambios de color en el follaje y defoliaciones, y luego fenómenos de marchitez, especialmente en la pinot noir.
Los controles de madurez, que comenzaron a finales de julio, mostraron un claro avance de las variedades tintas sobre las blancas, que se mantuvo hasta la vendimia. La maduración progresó rápidamente en general hasta el 13 de agosto. Sin embargo, no todas las zonas o variedades de uva evolucionaron al mismo ritmo, dependiendo de las precipitaciones recibidas, principalmente en forma de tormenta, y del estado fisiológico de las parcelas. Las altas temperaturas hacían temer una falta de acidez, pero el potencial ácido de la uva se mantuvo gracias a los altos niveles de ácido tartárico.
Desde el punto de vista sanitario, la campaña se podría calificar de “tranquila”, salvo por la dinámica tardía del oídio, desde finales de junio y principios de julio hasta la vendimia. En general, la situación estuvo bien controlada y la intensidad de la afectación en los racimos fue, en promedio, moderada.
La falta crónica de lluvias provocó deficiencias de potasio —a veces marcadas—, que en algunos casos dificultaron el desarrollo de la madurez.
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Las primeras vendimias comenzaron en agosto y continuaron durante el mes de septiembre gracias a la persistencia de buenas condiciones climatológicas, que permitieron alcanzar una buena madurez en las últimas parcelas, pero a veces dieron lugar a fenómenos de sobremaduración.
Hay que tener en cuenta esta añada 2020 porque, en el contexto de cambio climático, podría ser representativa de futuras añadas.
