Pasaporte a "Marte"
Por Jorge Monzón
Este espacio se llama La opinión, que bonita palabra, todos tenemos nuestra opinión y cuando me pidieron que diera mi opinión, vaya tema. Si mi opinión es insignificante y pensé… ¡Pero la tengo! Igual que la persona que compra granel en la taberna, el que bebe vino para hacerse el interesante, el prescriptor o el aficionado… Todos tenemos. Aquí os intento transmitir como a través de mis vivencias he llegado a pensar como pienso y a intentar reflejar esto en nuestra viticultura y nuestros vinos.
Primeros pasos
De pequeño acompañaba a mi abuelo a por vino al Paragüi y a mi padre a La Murugata. ¡Qué bien! Esos sorbitos que buenos me sabían, o eso me dicen... Yo buenos momentos sí que recuerdo... Después en la juventud el olor del vino ya era diferente, hacíamos un assemblage con refrescos y cuando se acaban los refrescos, pues a quinitos… Gracias San Pedro Regalado y Virgen de Las Viñas por tantos grandes momentos…
Cuando salí del pueblo mi primera parada fue Madrid, madre mía... A mí personalmente me daban más placer los Pitarras de Cañamero que los vinos de autor (felizmente ahora empezamos a hablar de los vinos de uvas).
Allí descubrí una paradoja… Veía la tendencia de compañeros, de profesores, de las bodegas a las que teníamos acceso a través de catas, charlas, visitas, de que había que plantar cabernet, merlot, chardonnay, incluso pinot noir (las mal llamadas siempre en mi opinión variedades mejorantes) y todo el mundo hablaba de que no maduraban bien, que se quedaban verdes o se pasaban, y aun así salía gratis plantarlas y pagaban más por el kilo de uva que por las variedades tradicionales (condenándolas al arranque).
Y curiosamente los elaboradores de estas castas probaban esos vinos en sus hábitats naturales y los despreciaban por caros, por ácidos, por vinos imposibles… Un sinsentido! Así que cogí las maletas (en esa época no las había con ruedas) cargado de mudas limpias, un jamón, y unos pocos víveres, para indagar en esa paradoja…
Second round
Mi segundo destino fue Beaujolais, ejemplo de paisajes extraordinarios, bellos y con vinos para beber con moderación. Allí descubrí la utilización del raspón (en mi formación hasta entonces solo me hablaron de él para explicar cómo lo eliminábamos lo antes posible...) y me dije: “¡Vaya tema! ¡Ya me he equivocado! Ya vamos hacia atrás…”. Venía a aprender porque Francia es Francia y me vengo a una región donde todo se hace como antiguamente en mi pueblo, pero con mucha química y mucha uva en las cepas. ¡En las viñas de mi padre jamás había visto tanta uva! Eso sí, ahora aquello se queda en nada al lado de la mayoría de las viñas que se han plantado en la Ribera del Duero en los últimos 25 años. Y esto es, en realidad, lo que se preconiza actualmente desde las administraciones… Mayor rendimiento, ¿es ese el progreso que queremos?
Tercer tiempo
Tercera parada, Bordeaux, ¡qué bien lo pasé! Pedazo de amigos conservo desde entonces… ¡Y los vinos de cabernet y merlot no están tan verdes! Hay que encontrar el secreto… ¡Estoy más cerca! Será lo que nos decía Dubourdieu, Glories, Rolland, Ducourneau etc., sobre el dominio de la micro oxigenación, de las barricas, de la “sobre madurez”. Todo esto me dejó un poco sorprendido. Allí tenían de manera natural unas condiciones idóneas (sin sabores vegetales) y querían acelerar el proceso como si quisieran tener nuestro sol envuelto en lazos de ebanistería fina… Había muchos y muy buenos vinos, pero pasabas del paisano con aromas a cuadra en sus vinos, a la tecnificación total…
A mitad de curso descubrí la Borgoña, mi etapa fundamental. Un viaje interminable, ¡con víspera de juerga! Y me enamoré... ¡Ahí estaba el SECRETO! Y el secreto es... ¡Que no hay secreto! La clave es EL TERROIR. Esa conjunción de un gran suelo con las variedades adecuadas, en un clima apropiado y un hombre que no lo estropee... ¡Y allí me fui!
Quatrième arrêt
Una etapa maravillosa, intensa, llena de sueños, de vida, de ilusiones, de estudios y de trabajo. Escapadas todas las tardes a conocer Domaines, les percées de vin Jaune, les Saint Vinçent, les fêtes du vin… La época de mi vida que me dejó más huella, pueblos vivos volcados en el quehacer diario, participación colectiva…

Tuve grandes compañeros de promoción, una hornada de camaradas que hoy hacen grandes vinos en muchas partes del mundo. Y sin saber muy bien cómo, me encontré viviendo y colaborando a diario con el Domaine de la Romanee-Conti. Y durante casi tres años estuve arropado por ellos: paseos maravillosos sintiendo la flor de la viña en diferentes Crus con M. de Villaine, pisando y catando con Bernard hasta que el cuerpo aguantaba… Lucienne y José, (siempre hubo un español en el Domaine). Siempre aprendiendo y catando (gracias a Sp. Christian, y como no a M. Tannoury, mi gran compañero de batallas y aventuras).
Intentaba comprender porque el hombre quiere destacar a la hora de elaborar si ya se tiene de manera natural la palabra “M” en el vino… ¿Por qué no mejor sólo intentar ponerla en valor? A esta pregunta todavía no he encontrado respuesta.
Esta fue una etapa en la que vivir en un pueblo era un verdadero privilegio ¡no un retraso! Pueblos atestados de visitantes, de vignerons… (igual te encontrabas a Henry Jayer, como a Mannu) y los tempos los seguía marcando la campana de la iglesia.
Allí empecé a comprender que cada día se debe aprender una cosa nueva. Te das cuenta de lo poco que sabes, y que en muchos sitios hay grandes terruños, y uno de ellos está en mi pueblo…
Última parada: MARTE
A mi llegada a España aterricé en el Grupo Vega Sicilia (gracias D. Pablo por traerme). Después de estar unos cuantos años estudiando y trabajando de manera esporádica, me topo con semanas enteras lavando cajas de vendimia, cargando barricas, con veteranos que te enseñan a apretar los dientes… Y aprendes a mirar siempre hacia adelante, a valorar a la buena gente y a tener mucha paciencia. A conocer un terruño sorprendente que produce unos vinos maravillosos… Aunque de alguna manera se me aparcaron los sueños de cambiar grandes cosas… ¡Por un tiempo!
Dirigir una bodega de Ribera como Arzuaga me hizo madurar rápidamente, como las uvas del año 2004. Se me endureció el carácter, me volví más castellano y el poco acento y la politesse que me traje de Francia se fue desvaneciendo. Aproveché la oportunidad brindada para conocer profundamente mi tierra, los viticultores, las uvas… Y esto me ayudó a descubrir el potencial de todo lo que tenemos aquí. Otras vías eran posibles…
Decido volver a mi pueblo y junto con mi familia comenzamos a hacer realidad lo que durante tantos años llevaba dentro de mi gestándose, casi sin quererlo (¡gracias papas!). Como si esto fuera el devenir natural de las cosas… Aquí también se cruza en mi discurrir Isabel, el percutor que faltaba a toda la pólvora que tenía acumulada… ¡Y ahora su administradora única, por cierto!
Y llegamos al presente… Dominio del Águila. Toda la vida rodeado de viñas y regresamos al origen, como estaban mis bisabuelos. La vida es divertida. En vez de buscar el frenesí del progreso, los años te dicen que no hay ningún secreto ni ninguna paradoja, solo trabajo, mucho trabajo, paciencia, observación de lo que te rodea e intentar comprenderlo y respetarlo para no destruir lo que la naturaleza ha tardado tantos años en crear.
Hasta hace unos días me sentía muy solo. Un amigo, hace justamente 13 años, con un buen Hermitage en la copa, en una catedral del vino en Gevrey-Chambertin me decía que cuando regresase a España sería un marciano, ¡y tanto! Me he ido encontrando con los años a unos pocos más, no muchos, y casi todos camuflados. Hace unos días, durante la comida de un acto genial, una jornada de discusión de los grandes viñedos de España, por fin estuve con el resto de habitantes de ese planeta, ¡Marte! (aunque siempre falla alguno… Y siempre hay algún otro con varios pasaportes según el auditorio…). Gracias Telmo, un acto maravilloso del que estoy deseando hablar con Antonio “el Cartero”, un vecino de lagar al que le encantará saber que aún hay personas con ideas de cambiar los pueblos, no de aniquilarlos, que es lo que se está haciendo.
Estar con estos defensores del terruño y de los paisajes fue realmente muy bonito. Lo sería aún más si algún día algo de todo lo que se habló se pudiera llevar a cabo, o por lo menos intentar que llegue al pueblo y a las estáticas administraciones para que toque la sensibilidad de muchos.
Una de las conclusiones a las que se llegó fue que se debe acabar con las caretas, los intereses personales aparcarles un poco y dar credibilidad al sector. No puedes hablar de artesanía si haces cientos de miles de botellas, o presumir de que eres un viticultor cuando vives a cientos de kilómetros de esas viñas… Eres otra cosa, no menos importante, pero no un viticultor... o vigneron o X.
Una especie en peligro de extinción, y a la que debemos proteger, es la de viticultor artesano (transforme o no después las uvas en vino). Un viticultor comprometido con el lugar, con el paisaje, con el equilibrio, que cuida las encinas y los pinos para su leña y para poder recoger piñones, con viñas con ciruelos, almendros, espárragos, esos ajetes… Eso es diversidad, y no las ayudas que priman al no cultivo y que subvencionan que muchos de nuestros jóvenes del medio rural se queden en el sofá jugando a la Playstation. ¿Pero así cómo vamos a dar vida a los pueblos? En el campo nos espera un futuro muy negro, y sobre esto no voy a dar aquí mi opinión porque siempre actúo como un mal agricultor (miro el cielo para ver cómo ha amanecido en vez de consultar el BOE buscando posibles subvenciones).
Mi opinión es que no hay que ser talibán con las cosas. Para mí un viticultor no es quien dice que deja hacer a la naturaleza y con ese pretexto no pisa las viñas. Hay ocasiones, con cierto público, en las que me siento fatal cuando tengo que pedir perdón al mundo por el uso (y no abuso) del sulfuroso o porque todos los años compro algún cubillo nuevo, ¡y de 228 litros! ¡Qué desfachatez! Y reprochan que el vino es oscuro… pero bueno, ¿al final estamos creando monstruos o qué?
¡Nosotros hacemos “CLARETE” y no rosado!
Otro ejemplo. En su momento se adoctrinó a la gente para no poner reserva o gran reserva en las etiquetas. Atacar esto era el emblema de muchos productores progre de hace unos años, y ahora se nos cuestiona por utilizar esas menciones. Lo primero es la libertad… Y, si a ciertas personas no conocedoras, les puede orientar e incitar a beber vino, pues ¡bienvenido sea! Que de esto hay mucha necesidad, y no me voy a meter a opinar sobre el consumo, lo dejamos para otra...
Quiero aprovechar y dar también las gracias a prescriptores y críticos que están haciendo cambiar algo las cosas y que tratan igual a los pequeños que a las grandes casas. Por su labor de divulgación del vino, escribiendo sobre nuestros suelos, nuestras viñas y hablando de la diversidad de nuestros pueblos, de sus riquezas territoriales… De nuestra gente, dando ganas de beber nuestros vinos y de venirnos a conocer.
Esta es mi opinión y me interesa TU opinión. Si no hay comentarios, GRACIAS POR HABERME LEÍDO…
Jorge Monzón Después de trabajar en bodegas míticas como La Romanée Conti o Vega Sicilia, y dirigir viticultura y enología de Bodegas Arzuaga durante nueve años, Jorge Monzón se dedica desde 2013 a su bodega personal Dominio del Águila situado en Ribera del Duero. Tras estudiar viticultura y enología en Madrid (1999), Monzón se diplomó en Enología por la Universidad de Borgoña, formación que continuó con estudios sobre suelos vitícolas y enología en la Universidad de Bordeaux. La premisa de Dominio del Águila es elaborar vinos puros y finos, y capaces de envejecer durante largos años. Y todo ello manteniendo de principio a fin el espíritu artesanal. Y su tesoro se basa en 30 hectáreas de viñas muy viejas cultivadas en su mayoría en ecológico y 5 hectáreas con viñas de “menos” de 50 años.
A ver si bodegas como la tuya y demás del pueblo consiguen la fama.
Salud...
Me parece muy entrañable tu opinión y necesaria en estos tiempos que corren.
Para mí ha sido una bonita enseñanza. Sigue formandonos, te escuchamos.
Si hemos conseguido hacer vinos que emocionen es una gran meta alcanzada.
Una de las razones por lo cual es mágico este mundo del vino es está...es un producto agrario que te transporta al lugar de origen, a su historia, que te dá placer y con moderación....te alegra el alma.
Intentaremos seguir en esa línea!!!
Gracias por enseñarnos que en la Ribera del Duero se pueden hacer grandes cosas tirando de tradición, trabajo, emoción, sacrificio...
Todavía sigo recordando la visita a tu bodega el pasado Septiembre. Pocos lugares tienen tanta magia como tu lagar...
Gracias y salud!!
De poder trabajar juntos y pasar por malas y buenas rachas y poder probar todos los vinos hechos por Jorge un perfeccionista en vinos siempre atento con los vinos los y sobretodo co su viñedo los cuidaba y los cuida como a sus bebés
Un gran enologo y una gran persona
Cada variedad y todos sus vinos tienen una historia
Se agradece todos aquellos momentos