En una región vinícola tan apegada a la tradición familiar como es Bourgogne, Domaine Mikulski representa una desacomplejada excepción. François Mikulski, hijo de Meursault pero de ascendencia polaca, no pertenece a ninguna legendaria estirpe de viticultores. Esto le dio libertad para seguir su propia filosofía, que puede categorizarse como contemporánea en Bourgogne, a la vez que fiel a la autenticidad del terroir, la calidad y la frescura.
François Mikulski aprendió a hacer vino de la mano de su tío Pierre-Boillot –de 1984 a 1991–, quien al morir le legó unas pocas hectáreas de viñedo. Tras ampliar el número de hectáreas en propiedad en 1993, fundó la bodega Domaine Mikulski, junto a su esposa Marie-Pierre.
De las aproximadamente 9 hectáreas de viñedo que trabajan, no todas son en propiedad, lo que no impide a François y Marie-Pierre cuidarlas con el mismo cuidado que si pertenecieran a su familia desde hace generaciones. Producen su propio compuesto, utilizando productos fitosanitarios no agresivos y miman el equilibrio biológico de sus suelos.
Cultiven chardonnay, aligoté y pinot noir plantados sobre suelos de roca entre caballa de sedimentos y arenas, algunos de los cuales pertenecen a célebres Premiers Crus de Meursault (Las Poruzots, Las Charmes, Goutte de Oro, Las Genevrières, Las Charmes y Las Caillerets) y Volnay (Santenots-du-Milieu).
El respeto por el terroir y su fruto se manifiesta también en la bodega. Allí reina la delicadeza, como demuestra el uso exclusivo de prensas neumáticas y bombas peristálticas. La fermentación la llevan a cabo con levaduras indígenas, pudiendo alargarse durante 3 o 4 meses. Este período de fermentación inusualmente tranquilo y prolongado es posible gracias a las bajas temperaturas constantes durante el invierno y el inicio de primavera (entre 6 y 8ºC) en las cavas perforadas en la roca.
La crianza se realiza con sólo el 20% de botas nuevas para evitar enmascarar el carácter afilado, la pureza y la elegancia que tanto persigue la bodega.